Lo llevamos escuchando toda la vida, «el desayuno es la comida más importante del día», pero el caso es que yo nunca le había hecho mucho caso a esta frase. Creo que el cambio llegó en los primeros años de vida laboral. Especialmente cuando salir por las noches empezó a ser algo poco habitual, celebrar la llegada del fin de semana con un gran desayuno me da mucha vidilla. Ahí empecé a probar nuevos desayunos que, aunque el principio básicamente se componían de bollería o repostería casera, he ido puliendo con los años.
Ahora, que trabajo en casa e intento hacer deporte a mediodía, mis desayunos finalmente se han ganado la importancia que merecían.
Vajilla de desayuno de Carolina Blue
Toda la parrafada anterior venía para justificar, básicamente, que yo decidiera que necesitaba tener una vajilla exclusivamente para desayunar… jijiji. Aunque todo ocurrió al revés: después de ver esta preciosa vajilla amarilla y verde en Carolina Blue, no pude resistir el capricho y me compré una taza y un vaso, hace unos meses. Cada vez que los usaba recordaba los preciosos bowls y platos que había junto a ellas en la tienda, sus hermanitos, que se quedaron allí «abandonados».
En mi última visita a Barcelona, en mi paseo habitual por la tienda, vi que justo esa vajilla tenía descuento y, al fin, junté a la familia. Todavía sigo dándole vueltas a tener algunas piezas más (algún plato en verde, otra taza…), pero como siempre, el tema del viaje, maletas, cargar… no me lo pone fácil.
Desayunos con avena y semillas
Una vez con la vajilla de desayuno al completo, todos felices y en armonía, he podido trastear algunas fotos que quería probar con mis último vicios para desayunar: yogur de leche de cabra, avena y otros cereales y semillas y frutos secos. La receta es básicamente la siguiente: yogur de leche de cabra + cualquier cereal + cualquier semilla + toque de frutos secos, si tengo. Y ya, si tengo alguna fruta rica para añadir unos trozos, consigo un desayunazo: plátano, fresas, manga, arándanos, frambuesas…
Avena: me gusta tomar avena, principalmente, porque me aburre menos que otros cereales. Antes comía de vez en cuando cereales procesados, de esos que deben tener azúcar por un tubo y otros elementos «del mal». Pero la verdad es que los comía uno o dos días y me cansaba. Con la avena parece que no me está ocurriendo lo mismo. Por supuesto, también tiene que ver que voy variando sus acompañantes y así nunca desayuno exactamente lo mismo. ¿La has probado, sueles tomarla?
Copos de trigo sarraceno: el otro día escuché de refilón a una nutricionista decir que este tipo de copos aporta mucha energía, así que decidí pillar un poco para probar a añadirlo a mis bowls los días que hago deporte a mediodía, para aguantar con fuerzas hasta la hora de comer (que pueden darme las 4 de la tarde…).
Semillas de chía: sin caer en sensacionalismos ni creer todo lo que leo, con que solo una parte de lo que se comenta sobre las semillas de chía sea cierto, me voy por satisfecha. Según dicen, tienen 5 veces más calcio que la leche, 3 veces más antioxidantes que los arándanos, 3 veces más cantidad de hierro que las espinacas, 2 veces más cantidad de fibra que la avena… Habría que tener en cuenta de qué medidas hablan y esos pequeños detalles científicos, pero yo lo veo como un elemento más que suma al resto para cubrir las necesidades de mi cuerpo. Ninguno será milagroso, pero todos suman.
Pipas de calabaza: de las pipas de calabaza se dice que aportan también un montón de vitaminas y minerales que suenan estupendamente, pero lo que realmente me gusta es que añaden a mi desayuno un «toque crunchie», una textura diferente. Si, de paso, viene bien para luchar contra la anemia, pues mejor que mejor.
¿Eres de las mías y te has apuntado a los desayunos sanos de un bowl de leche o yogur «con de todo»? ¿Qué les sueles poner tu?
