Coser, tejer, crear tu propia ropa y complementos, ahora conocido por el inglés «do it yourself», que se acorta en «diy» (mucho menos resultón el español «hazlo tu mismo») no es ninguna novedad, pero ahora, ¡por fin! se habla de ello en todos lados. Digo por fin, porque, gracias a esa popularización, hay cursos, talleres, tutoriales, miles de webs y blogs e información infinita para que una costurera y tejedora aficionada como yo pueda aprender fácilmente.
Siempre me han gustado la lana y las telas. La máquina de coser que mi madre tenía en casa era como un meteorito caído del cielo, podría quedarme mirándola y trastear con las canillas (antes metálicas y ahora de plástico :S) durante horas. Siendo una enana encontré un libro que se llamaba «Punto fácil» y decidí que empezaría por ahí: aprendí a hacer punto con dos agujas y todavía guardo esos primeros trozos de lana mal tejida y sin sentido.
Pasaron los años y, el invierno pasado decidí aprender por fin a hacer ganchillo en un taller en Peseta, no he parado desde entonces, ¡vaya vicio! No he vuelto a tocar mis dos agujas, pobrecillas.
Este año, el reto era mayor, al menos a mi me lo parecía: atacar la máquina de coser. Aproveché que al lado del HUB Madrid, donde voy a trabajar de vez en cuando, está Teté Café Costura y di un curso de tres días de iniciación a la máquina de coser para perderle el respeto que le tenía a ese imponente aparato. Y se lo perdí. Estas vacaciones de navidad he intentado coser todo lo que he podido en la máquina de mi madre y ahora queda el siguiente paso, el reto del 2012: hacer ropa con ella.
¡Deseadme suerte!
