Nada como quedar para comer con una periodista especializada en belleza (léase: Mi salón de belleza) para dar un buen paseo de «sobremesa» por todas las tiendas de la zona de maquillaje, perfumes, cremas y otras maravillas. Entramos en una y vi los colores que Chanel proponía como novedades para las uñas: metalizados y preciosos. Y me probé en una el Péridot: un dorado que gira a tornasol verdoso. Un color curioso y genial.
Seguimos el paseo y, al entrar en otra, pensé: » a ver cómo queda con la segunda capa» y eso ya fue mi fin. Desde ese día me obsesioné con ese color de uñas tan perfecto y, por fin, ya es mío.
Un color diferente, alegre pero acorde al frío y que me encanta ver en mis manos (y próximamente en mis pies).
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Por cierto, perdón por las cutre-fotos 🙂