Cuando empiezas a sumar años te das cuenta de muchas cosas, las dos más importantes (que seguro que tu madre te repitió mil veces de niña y no la creías…): cada vez el tiempo pasa más rápido y, efectivamente, en moda, todo vuelve.
Este año, para mi, el gran retorno lo protagonizan las faldas y vestidos de tartán (tela escocesa de toda la vida). Un precioso recuerdo de infancia esas faldas preciosas, con su imperdible, geniales. Hace un par de inviernos, cuando seguía viviendo en Madrid, me entro el ansia por comprarme una falda escocesa (creo que era porque sabía que la vuelta a Canarias ese tejido se me iba a quedar muy caluroso). El caso es que no la encontré y busqué y busqué en mil tiendas, que en Madrid por falta de tiendas no será. Finalmente, un tiempo después, conseguí un vestido en Kling precioso, que solo me pondré en mis visitas a la capital, eso sí… Pero seguía sin rastro de faldas.
Y este año, mire dónde mire y con el calor que hace en Canarias y la impresión de que, a cierta edad, no termino de verme con una faldita escocesa de esas: ¡están por todos lados! Pues ya no la quiero…